Jueves, 14 Septiembre 2017 00:00

Yo no lo implanto, ¿y tu?

Yo no lo implanto, ¿y tu? wikimedia

Un día cualquiera de agosto. Otra jornada laboral más. Sam Begston llega como siempre a su trabajo, aparca su coche y se dirige a la puerta de entrada. Con un gesto mecánico busca su tarjeta de acceso en el bolsillo de su camisa, pero en seguida recuerda que ya no la necesita y sonríe. Hoy es un día distinto, piensa para sí; el principio de una nueva era. Alza la mano, la pasa por el detector y "voilá"! La puerta se abre. ¿Un sensor por huella dactilar?. No. ¿Una cámara de seguridad que reconoce a los trabajadores y les permite el acceso? Tampoco. Es un chip bajo la piel, insertado en su mano derecha, entre el dedo índice y el pulgar. Lo que bien podría ser otra novela futurista de Aldous Huxley es la pura y cruda realidad. Un hecho que se da en Wisconsin, Estados Unidos, donde una empresa que diseña software para máquinas expendedoras implantó un microchip a 50 de sus trabajadores.

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